sábado, 31 de octubre de 2009

Parte 1: «Guía para la interpretación de la selva». Libro impreso.

Introducción.
Las cataratas del río Iguazú forman sin duda, uno de los paisajes más hermosos del planeta. Más allá de los saltos, una imponente selva de características asombrosas es protegida junto a su valioso patrimonio histórico y natural.
Al principio, millones de años antes de la llegada del hombre, existió una selva que parecía infinita, pero estudios sobre antiguos granos de polen nos enseñan que en la Mata Atlántica, selva a la que pertenece Iguazú, dramáticos cambios climáticos, como las glaciaciones, provocaron períodos de avance y fuertes retrocesos, donde la selva se replegó en pequeñas islas de vegetación, protegida por el rocío del océano Atlántico. Allí sobrevivió, se incubó y evolucionó, a la espera de condiciones más favorables para volver a recuperar sus antiguos territorios. Luego, hace unos 10.000 años, llegaron los primeros hombres, y encontraron una selva virgen de casi ilimitados recursos, de los que se sirvieron. Hace tan sólo 1.000 años los guaraníes, con mejoras tecnológicas y una agricultura sustentable, migraron desde el Amazonas guiados por sus creencias religiosas y así sus bellos rezos se fundieron con los sonidos de esta selva. Conquistadores y Bandeirantes, después, convirtieron a la selva en un sitio peligroso tanto para la fauna y la flora, como para los pueblos originarios. El arribo de los Jesuitas en alianza con los guaraníes, creó una sociedad utópica que se sostuvo por más de 150 años y forjo una alternativa al modelo esclavista imperante. Y ya, a principios del siglo XX, colonos europeos encontraron su hogar en los bordes de estas selvas. Desde la llegada de los conquistadores, el hombre, con su voracidad imparable, destruyó el 93% de la selva original y creo un paisaje desolador y fragmentado.
Pequeñas y misteriosas arañas miméticas, que confunden con sus formas, olores y movimientos a las más expertas hormigas. Hormigas nómades, como la Corrección, que a manera de marabuntas atraviesan la espesura dando caza a artrópodos o pequeños vertebrados. Mariposas de coloridos reflejos, que son entrenadas por sus mayores en el intrincado mundo selvático. Epifitas con flores que se abren en el mismo horario de actividad de sus polinizadores. Orquídeas, como la Casco romano, que en vez de premiar con néctar a sus polinizadores recompensa a los abejorros con fuertes fragancias afrodisíacas. Hongos, que en un ambiente altamente competitivo desarrollan sustancias, fungicidas, antivirales, antibióticas y, en algunos casos, antitumorales. Bambúes que florecen, semillan y mueren, en forma masiva cada 30 o 40 años, y pueden crear explosiones demográficas en las especies que se alimentan de sus semillas. En cuanto a la biodiversidad, como no recordar que en una sola hectárea de Iguazú, el tamaño de un campo de futbol, encontramos más de 70 especies de diferentes árboles, numero superior al total de especies en todo el territorio de Gran Bretaña.
Además de estos sorprendentes procesos únicos, Iguazú y las selvas circundantes, a manera de Arca de Noé moderna, protegen un gran número de especies que se encuentran al borde de su culminación o desaparición definitiva. Lobos gargantillas, Osos hormigueros, Yaguaretés, Zorros pitocos, Águilas arpías y Patos serruchos, son algunas de esas especies que ejercen en Iguazú y en la selva misionera su última resistencia. Recorrer algunas de las particularidades este mundo, sus bellezas naturales y parte de sus sorprendentes procesos ecológicos, es la experiencia que invitamos a compartir en este tríptico conformado por las imágenes del documental «Las cataratas y la selva», la «Guía para la interpretación de la selva» y finalmente con la nutrida información del libro digital «Mundo Iguazú, apuntes de la selva».

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